miércoles, 15 de enero de 2014

Crónica

La vida de las calles

"¡Pasa por aquí, preciosa!”, “¡Bella tú y bello el carro!”, “¿Estoy en el cielo? ¡Estoy viendo en ángel pasar!". Esas son algunas de las frases que se escuchan a cualquier hora del día en la avenida Guayana en Los Símbolos por el conocido parkero de la zona. Giovanni, así se llama el personaje, es un hombre moreno, bajito, flaco, de un aspecto muy sucio que a veces está ebrio o drogado y rara vez está sobrio porque dice que quiere cambiar.

Tiene un perro llamado “Calle”, que también es conocido por todos en la zona y que por cierto es muy querido, que lo acompaña a todos lados. “Calle y yo tenemos un estilo de vida muy extremo”, comenta. Cuenta que llegó a esta zona por cosas de la vida y porque ya estaba cansado de patear por varias zonas de Caracas porque el viene desde La Guaira. “Un día estaba parkeando unos carros de aquí y Cucho, el dueño de la panadería, me botó como un perro cochino, pero poco a poco le fui demostrando que era un tipo de bien que no quería joder a nadie, no es lo mío pues, yo solo quería trabajar y un día me dijo que me quedara pero que no hiciera nada malo porque me iba a botar de aquí”.

Le dieron un chaleco de parkero para que hiciera su trabajo, pero que cuando hace algo malo, lo castigan quitándoselo por unos días. “Cuando le quitamos el chaleco le afecta mucho y se siente avergonzado. Se siente como un niño cuando lo regañan y poco a poco ha ido cambiando. Ya no se mete en tantos problemas como antes”, dice el dueño de la panadería.

Lleva, aproximadamente, unos 6 años en la zona parkeando los carros que van a la panadería o a la clínica que se encuentra en frente. Los vecinos de la zona ya lo conocen, e incluso, le tienen cariño, aunque dice que muchos lo tratan como un malandro y que eso le molesta porque él no es ningún malandro. “Yo respeto burda, oíste, entonces en bien chimbo cuando viene un becerro y me dice malandro. A ese no le cuido ni le parkeo un carajo, además, esos son los típicos pichirres que te dan una propina de dos bolos, como si con eso comiera mucho”.

 “A Calle y a mí nos toca duro”, dice. “Tenemos que pararnos a las 6 de la mañana a parkear los carros y a cuidar a mi gente, porque esta es mi zona, y tengo que trabajar que jode para poder comer”. Está feliz de vivir y trabajar en un lugar donde, apartando a las personas que lo tratan mal, lo ayudan y muchas veces le dan de comer. Dice que está muy agradecido con Cucho, porque lo ayudó mucho y gracias a él, cambió.

“Esto no es fácil, niña. Dormir en la calle no se lo deseo a nadie y por cosas que nunca debí hacer es que estoy aquí, pero no me puedo quejar. Tengo mi casita ahí con Calle y nunca hemos dejado de comer, gracias a Dios”.

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